Mañana, día 1 de Marzo de 2017, es Miércoles de
Ceniza: empieza la Cuaresma. Pero ¿qué es la Cuaresma?
Podemos quedarnos con la idea, más o menos
tradicional y más o menos ortodoxa, de que la cuaresma es un tiempo de
arrepentimiento, de penitencia, de ayuno y de abstinencia. Pero, a fuerza de
repetir esto de forma cada vez más automática, corremos el riesgo de quedarnos
con la parte más superficial de algo con mucho mayor alcance y, finalmente, no
entender nada.
En una carta de Santa Clara de Asís a Santa Inés
de Bohemia, la primera escribe: “Pero como nuestra carne no es de bronce, ni nuestra
fortaleza es la de la roca, sino que más bien somos frágiles y propensas a toda
debilidad corporal, te ruego, carísima, y te pido en el Señor que desistas con
sabiduría y discreción de una cierta austeridad indiscreta e imposible en la
abstinencia que, según he sabido, tú te habías propuesto, para que, viviendo,
alabes al Señor, ofrezcas al Señor tu obsequio racional y tu sacrificio esté
siempre condimentado con sal.”
Y es que, como bien dice la santa, lo importante
de toda práctica religiosa no es la forma, sino el fondo: el "condimentado
con sal".
El término Cuaresma aparece en repetidas ocasiones
en la Biblia. En la cultura semítica el término cuarenta alude, no tanto a una
cifra matemática, como a un proceso estricto, exigente, de preparación para
algo posterior pero fundamental, tanto que nos va la Vida en ello. La Redención
del Hombre, de todos y cada uno de nosotros, es Algo que Dios está dispuesto a
regalarnos, que Dios pone al alcance de nuestra mano o, más cierto aún, que
Dios pone al alcance de nuestra voluntad. En efecto, por decirlo en román
paladino, Dios está dispuesto a hacer borrón y cuenta nueva con la Humanidad,
solo requiere que nosotros pongamos nuestro empeño, que colaboremos. Los que
han sido, los que somos y los que serán después de la Crucifixión de Cristo
estamos teniendo una ventaja respecto de los contemporáneos de Jesús. Estos
vivieron durante treinta y tres años el proceso de Salvación, pero sin saber
como iba a acabar aquello, condicionados por profecias que los tiempos se
habían encargado de tergiversar, dominados por un pueblo pagano, en un mar de
confusión, mientras que nosotros vamos por un camino recorrido antes por muchas
generaciones. Seguimos teniendo el mismo tipo de dificultades, pero estamos en
condiciones de tener muy claro qué tenemos en juego.
Pues bien, esa aceptación que Dios requiere de
nosotros para culminar el proceso de salvación pasa por una toma de conciencia
por nuestra parte y requiere un gran esfuerzo. No se trata de "pasar por
ventanilla" y retirar el paquete que nos han dejado. Es un proceso que
previamente hemos de meditar, asumir e instalar en nuestro corazón. Para esto
es el tiempo de Cuaresma.
Non nobis, non nobis, Domine, sed nomini tuo da gloriam.
Frey ++ Fernando Vazquez Brea