ASPECTOS DE LA VIDA ESPIRITUAL:EXPERIMENTAR LA PROPIA NADA
.jpg)
¿Qué significa saber y experimentar mi propia “nada”?
No es suficiente alejarme disgustado de mis ilusiones, fallas y
errores, separarme de ello como si no existiera, y como si se tratara de
otra persona. Este tipo de aniquilación de sí mismo es sólo una ilusión
peor, es una humildad simulada que, al decir “Nada soy”, significa de
hecho “Desearía no ser quien soy”.
Esto puede fluir desde una experiencia de nuestras deficiencias y de
nuestra impotencia, pero no produce paz alguna en nosotros. Para conocer
realmente nuestra “nada” también debemos amarla. Y no podemos amarla a
menos que veamos que es buena. Y no podemos ver que es buena a menos que
la aceptemos.
Una experiencia sobrenatural de nuestra
contingencia es la humildad que ama y valora, por encima de todo lo
demás, nuestro estado de desamparo metafísico y moral ante Dios.
Para amar nuestra “nada” de esta manera, no debemos repudiar nada que
sea nuestro, nada de lo que tenemos, nada de lo que somos. Debemos ver y
admitir que es todo nuestro y que todo es bueno: bueno en su entidad
positiva, dado que proviene de Dios; bueno en nuestra deficiencia, dado
que nuestro desamparo, nuestra miseria moral o espiritual, nos atrae la
misericordia de Dios.
Para amar nuestra “nada” debemos amar en
nosotros todo lo que el hombre orgulloso ama cuando se ama a sí mismo.
Pero debemos amarlo exactamente por las razones opuestas.
Para amar nuestra “nada” debemos amarnos a nosotros mismos.
Pero el hombre orgulloso se ama a sí mismo porque piensa que es
merecedor de amor, respeto y veneración por él mismo. Porque piensa que
debe ser amado por Dios y por el hombre. Porque piensa que es más
merecedor de ser honrado, amado y reverenciado que todos los demás
hombres.
El hombre humilde también se ama a sí mismo, y busca
ser amado y honrado, no porque el amor y el honor le sean debidos sino
porque no le son debidos. Busca ser amado por la misericordia de Dios.
Ruega ser amado y ayudado por la generalidad de sus semejantes. Sabiendo
que no tiene nada, también sabe que lo necesita todo y no teme pedir lo
que necesita y obtenerlo allí donde sea posible.
El hombre
orgulloso ama su propia ilusión y su autosuficiencia. El hombre
espiritualmente pobre ama su propia insuficiencia. El hombre orgulloso
reclama el honor de tener lo que ningún otro tiene. El hombre humilde
mendiga una cuota de lo que todos los demás han recibido. Él también
desea ser colmado hasta desbordar con la bondad y la misericordia de
Dios.
Thomas Merton
No hay comentarios:
Publicar un comentario