domingo, 7 de julio de 2013

VIDA CONTEMPLATIVA



 Es difícil ver a la multitud estando dentro de una multitud... Por eso hay que dejar la multitud para ver a esa multitud y juzgar de ella” . Para juzgar al mundo con objetividad, es preciso tomar distancia y retirarse de una manera temporal para algunos, o permanente para otros. El hecho de vivir en el mundo puede ser un conocimiento experimental muy provechoso; pero se presta a muchas presiones del medio ambiente, a circunstancias, discusiones y violencias, que impiden alcanzar un pensamiento libre y sereno. La forma de ver el que está “sumergido en el baño del mundo”, de su actividad y confusión, debe ser completada por el juicio de personas que están fuera del mundo, y se guían directa y totalmente bajo la influencia del Espíritu, y ven al mundo con una perspectiva particular que el Espíritu les sugiere, y a la que les predisponen las condiciones de paz, silencio, reflexión, estudio y oración en que viven.



    Los contemplativos son los ojos de la Iglesia y son también el corazón, porque se dedican únicamente a amar; la virginidad de este amor debe ser preservada, y no está segura sin un poco de desconfianza frente a los contactos del mundo. No se considera monje quien no ha adquirido con respecto a esto cierto instinto de reserva.



Los contemplativos, cuya vocación es mirar a Dios sin cesar, son los ojos de la Iglesia, como diría un día san Gregorio Magno, en un texto siempre actual que se ha hecho famoso:“ Hay en el cuerpo miembros destinados a percibir la luz, y otros que están en contacto perenne con la tierra. El ojo es el que percibe la luz, y para que no se ciegue se procura preservarlo del polvo; el pie, al contrario, no cumple bien su oficio si titubea al recoger el polvo de la tierra. Sin embargo, estos miembros al cumplir cada uno su oficio están tan unidos entre sí que el pie corre hacia lo que han visto los ojos, y el ojo guía al pie. Así también en la santa Iglesia los miembros deben tener una función distinta y permanecer unidos por la caridad.
 
El monje debe, pues, dar al laico lo que éste no puede recibir en el mundo. Y no lo conseguirá sino distanciándose del mundo y permaneciendo muy acogedor, y procurando sensibilizarse con sus problemas. El desierto debe volvernos más abiertos para compartir, y más disponibles para con nuestros hermanos.

            Porque es preciso que haya intercambios entre laicos y monjes. El monje, por muy enraizado que permanezca por la estabilidad dentro del claustro, pertenece al Cuerpo Místico y a todos sus miembros. Da a éstos un testimonio de vida que procura que les sea legible, una oración que debe abrazar el universo, esa palabra reconfortante, iluminadora y penetrante que tantas almas vienen a buscar entre los muros de las hospederías monásticas.






             
Si los monasterios son fieles en proteger a sus miembros en las debidas condiciones de aislamiento y verdadera soledad, si pueden procurarles un ambiente de oración en el que se dilate la pasión por los intereses de Dios y de su Iglesia, los monjes serán capaces de sembrar una gracia de interioridad en aquellos que les visitan, y darles calma y confianza. Les enseñarán a “vivir consigo mismos”y a escuchar en el fondo de su alma las llamadas a una mayor intimidad con el Señor, cosa que la fiebre del mundo moderno les impide frecuentemente percibir. Si al mismo tiempo los monjes saben abrir los ojos a las necesidades y aspiraciones de su tiempo, absteniéndose de todo replegamiento sobre sí mismos, y estando dispuestos a  hacerse todo para todos, y a ofrecer a cada alma y a cada uno de sus problemas simpatía y comprensión, su influjo se prolongará de siglo en siglo, siempre bienhechor y profundo.


Nuestra manera de estar presentes en el mundo es procurar primeramente estar presentes en Dios, y creer que no podemos dar a Dios sin poseerlo previamente y estar poseídos por El. Pero también consiste en estar atentos a los requerimientos de la sensibilidad moderna, a las inquietudes, pruebas y miserias del mundo.


DESIERTO Y COMUNION. ESPIRITUALIDAD MONASTICA.-

 

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