domingo, 30 de septiembre de 2012
jueves, 27 de septiembre de 2012
LA TAU: HISTORIA Y SIGNIFICADO
La TAU, es originariamente un símbolo de la antigüedad compartido por muchas culturas.
En la mitología escandinava, el dios del rayo, el dios Thor aparece con un martillo de doble cabeza que se relaciona con esta TAU.
También para los egipcios es importante, ya que se ha querido ver en ella la vara de Aaron que Moisés convirtió en serpiente, por ello también la podemos encontrar bajo la definición de cruz egipcia. Estos hechos los podemos leer en el libro del éxodo 7, versículos del 8 al 13:
“El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Cuando os hable el faraón y os diga: Haced algún prodigio, tú dirás a Aarón: Toma tu bastón y échalo delante del faraón. El bastón se convertirá en serpiente.” Moisés y Aarón fueron ante el faraón e hicieron como el Señor les había ordenado. Aarón tiró su bastón delante del faraón y de sus siervos, y se convirtió en serpiente. El faraón llamó también a los sabios y encantadores, y ellos, los magos de Egipto, hicieron lo mismo con sus encantamientos. Tiró cada uno su bastón y se convirtieron en serpientes; pero la serpiente que había salido del bastón de Aarón se comió a las otras serpientes. El corazón del faraón se endureció y no les escuchó, tal y como había dicho el Señor.”
Se dice que los egipcios la utilizaban como amuleto protector ya que representaba la vida, el poder, la sabiduría y la fecundidad.

Pero la TAU es más conocida por ser una letra, tanto del alfabeto griego, como el hebreo, precisamente son las dos lenguas oficiales de la Biblia, y “casualmente” es la única letra que comparten ambos alfabetos.

En griego clásico, es la decimonovena letra de todo el alfabeto (en el griego actual se traduce por taf y no por tau), lo más curioso es que dentro del sistema de numeración griego, bastante complejo por cierto, la letra tau corresponde al 300 y como os imaginareis no es casualidad la importancia de este número a lo largo de la Biblia:
En Génesis 6, 14-16; encontramos las reglas que Dios le pone a Noé para la creación del arca:
“Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y calafatéala con pez por fuera y por dentro. Estas serán sus dimensiones: ciento cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto”.
Creo que es bastante obvio que hace 3000 no usaban el sistema métrico decimal, ya que el metro se comienza a usar después de la revolución francesa. En el antigüo oriente, se empleaba el cúbito, que en metros se calcula que correspondería aproximadamente a 0,44 metros, por lo tanto, si hacemos el sencillo cálculo de multiplicar los 150 metros (de mi versión de la Biblia) por 0,44 nos da un resultado aproximado de 300. He buscado en diversas traducciones de la Biblia y efectivamente en otras, no han pasado el dato a metros y aparecen los 300 cúbitos como medida dada por Dios.
En el evangelio de Marcos 14, del 3 al 10, volvemos a observar la aparición del número, ya que 300 son los denarios que costaba el perfume que le derramaron a Jesús antes de morir:
“Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: “¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de 300 denarios para repartir el dinero entre los pobres”. Y la criticaban. Pero Jesús dijo: “Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo”.”
תת
La TAU, como hemos dicho antes la encontramos en el hebreo, como taf o tav, según se cree su auténtico origen está en la letra taw del alfabeto fenicio. Dentro del alfabeto hebreo es la última letra, es decir significa el cumplimiento de la Buena Nueva, de la Palabra Revelada, ya que la Biblia se escribió en hebreo. Su valor numérico es el 400.
Explicado el origen numérico y alfabético de esta letra, no podemos olvidar su forma gráfica, que nos recuerda claramente a la cruz donde murió Cristo.

En la Biblia aparece en varias ocasiones más entre las que destacaré una del antiguo testamento y otra del nuevo. En Ezequiel 9, 4-5; Yaveh le dice a Ezequiel:
“Pasa por la ciudad, recorre Jerusalen y marca con una cruz la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las nefastas acciones que se cometen dentro de ella. Sólo se salvará el que tenga la cruz en la frente.”
Precisamente será por este texto gracias al cual a esta cruz se la conoce también como la cruz de las profecías, o cruz del Antiguo Testamento, por haber sido el símbolo elegido por los israelitas para hacer con la sangre de los corderos sobre los postes y dinteles de las puertas en la noche de Pascua en Egipto.

Y casi casi al final, en el Apocalipsis de San Juan, capítulo 7, versículos del 2 al 3, leemos:
“Después de esto vi cuatro ángeles, cada uno de ellos en pie sobre uno de los cuatro ángulos de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos de la tierra, para que dejaran de soplar sobre la tierra y el mar, y no se moviera ni una hoja de un árbol. Luego vi aparecer otro ángel por levante, por donde sale el sol. Era portador del gran sello del Dios vivo, y gritó a gran voz a los cuatro ángeles que habían recibido el poder de dañar la tierra y el mar: ¡Esperad! No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que no hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios.”

Dejando a un lado todas estas citas Bíblicas tan interesantes, podemos continuar hablando de la TAU, ya que ésta fue fundamental en la vida de dos importantes santos, como observamos en su iconografía.
Hablamos primero de San Antonio Abad, fundador del movimiento eremítico, es decir de los ermitaños. Este curioso personaje vivió en los primeros años del cristianismo, en los siglos III y IV. Pero cuenta la leyenda que en el siglo VI se trasladan sus reliquias a Alejandría, mientras que en el siglo XII se vuelven a trasladar a Constantinopla. Corren los años del 1300 y por estas fechas es fundada la orden de los caballeros del hospital de San Antonio, conocida comúnmente como los “hospitalarios” o la “orden de los antonianos”. Los monjes de esta orden vestían unos negros hábitos con una cruz TAU en medio de sus hábitos. Se dedicaron principalmente a tratar a peregrinos con enfermedades contagiosas como la lepra, la peste, la sarna… En el Camino de Santiago se encuentran numerosos restos de esta orden, por ejemplo la denomiación de hospitaleros para la gente que se dedica a los peregrinos, viene de aquí. En Castrojeriz el camino atraviesa las ruinas del hospital de San Antón.

La razón de la vinculación de la TAU con San Antón, es porque según cuenta Santiago de la Vorágine, en la Leyenda Aurea, el bastón que siempre llevaba San Antón, tenía esta forma, en la imagen poder ver una réplica del siglo XV.

Y por último hablaremos de otro santo, también muy vinculado a la TAU, San Francisco de Asís, en la época en la que vivió el pobre de Asís, el siglo XII, se pensaba que la TAU era un signo que te protegía de la peste y la gente lo solía llevar como un amuleto. Pero para San Francisco fue mucho más que eso, él lo adoptó como su firma, como bien podemos leer en el tratado de los milagros de Tommaso da Celano, su biógrafo, (3 Cel 3);
“La señal de la TAU era la preferida sobre toda otra señal, con ella sellaba Francisco las cartas y pintaba las paredes de las pequeñas celdas.”.

San Buenaventura, fue otro importante biografo de San Francisco, en él se inspirará Giotto para realizar su ciclo de frescos de la Basílica Superior de Asís. De sus Leyenda Mayor (LM) destacamos el siguiente fragmento (4,9):
“El hermano Pacífico, mereció ver de nuevo en la frente de Francisco una gran TAU, que, adornada con variedad de colores embellecía su rostro con admirable encanto. SE ha de notar que el Santo veneraba con gran afecto dicho signo; lo encomiaba frecuentemente en sus palabras y lo trazaba constantemente con su propia mano al pie de las breves cartas que escribía, como si todo su cuidado se cifrara en grabar la cruz TAU -según el dicho profético- sobre las frentes de los hombres que gimen y se duelen (Ez 9,4), convertidos de veras a Cristo Jesús.”
En la siguiente imagen podemos obervar la TAU de Fonte Colombo, que según se dice fue pintada por el mismo Francisco.

Pero no solo en las paredes de los monasterios también se conservan cartas con la firma de San Francisco, por ejemplo este pequeño pergamino que le regaló a Fray León, con la frase: “¡El Señor te bendiga, Fray León!”

En esta otra imagen se ve más claro, ya que es un dibujo copiado del anterior.

En la actualidad la cruz TAU, reune multitud de significados, los que ha ido recopilando a lo largo de toda su historia, desde la más remota antigüedad, se considera un símbolo profiláctico, un amuleto, una protección, pero por encima de todo es un signo cristiano, una cruz, la cruz de San Francisco y de San Antón, la cruz de los peregrinos, es por ello que aparece tantas veces a lo largo de todo el Camino de Santiago.

Pero no solamente aparece en el Camino de Santiago, también en el Camino de San Francisco de Asís, está repleto de señales TAU, como esta que encontramos en el albergue de la Perfetta Letizia, pintada por Angela, su hospitalera.
En cuanto al Temple, se dice que posiblemente fuera el emblema de las altas jerarquías dentro de la Orden.
Su significado simbólico es “elegido de Dios”.
En la mitología escandinava, el dios del rayo, el dios Thor aparece con un martillo de doble cabeza que se relaciona con esta TAU.
También para los egipcios es importante, ya que se ha querido ver en ella la vara de Aaron que Moisés convirtió en serpiente, por ello también la podemos encontrar bajo la definición de cruz egipcia. Estos hechos los podemos leer en el libro del éxodo 7, versículos del 8 al 13:
“El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Cuando os hable el faraón y os diga: Haced algún prodigio, tú dirás a Aarón: Toma tu bastón y échalo delante del faraón. El bastón se convertirá en serpiente.” Moisés y Aarón fueron ante el faraón e hicieron como el Señor les había ordenado. Aarón tiró su bastón delante del faraón y de sus siervos, y se convirtió en serpiente. El faraón llamó también a los sabios y encantadores, y ellos, los magos de Egipto, hicieron lo mismo con sus encantamientos. Tiró cada uno su bastón y se convirtieron en serpientes; pero la serpiente que había salido del bastón de Aarón se comió a las otras serpientes. El corazón del faraón se endureció y no les escuchó, tal y como había dicho el Señor.”
Se dice que los egipcios la utilizaban como amuleto protector ya que representaba la vida, el poder, la sabiduría y la fecundidad.
Pero la TAU es más conocida por ser una letra, tanto del alfabeto griego, como el hebreo, precisamente son las dos lenguas oficiales de la Biblia, y “casualmente” es la única letra que comparten ambos alfabetos.
En griego clásico, es la decimonovena letra de todo el alfabeto (en el griego actual se traduce por taf y no por tau), lo más curioso es que dentro del sistema de numeración griego, bastante complejo por cierto, la letra tau corresponde al 300 y como os imaginareis no es casualidad la importancia de este número a lo largo de la Biblia:
En Génesis 6, 14-16; encontramos las reglas que Dios le pone a Noé para la creación del arca:
“Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y calafatéala con pez por fuera y por dentro. Estas serán sus dimensiones: ciento cincuenta metros de largo, veinticinco de ancho y quince de alto”.
Creo que es bastante obvio que hace 3000 no usaban el sistema métrico decimal, ya que el metro se comienza a usar después de la revolución francesa. En el antigüo oriente, se empleaba el cúbito, que en metros se calcula que correspondería aproximadamente a 0,44 metros, por lo tanto, si hacemos el sencillo cálculo de multiplicar los 150 metros (de mi versión de la Biblia) por 0,44 nos da un resultado aproximado de 300. He buscado en diversas traducciones de la Biblia y efectivamente en otras, no han pasado el dato a metros y aparecen los 300 cúbitos como medida dada por Dios.
En el evangelio de Marcos 14, del 3 al 10, volvemos a observar la aparición del número, ya que 300 son los denarios que costaba el perfume que le derramaron a Jesús antes de morir:
“Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: “¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de 300 denarios para repartir el dinero entre los pobres”. Y la criticaban. Pero Jesús dijo: “Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo”.”
תת
La TAU, como hemos dicho antes la encontramos en el hebreo, como taf o tav, según se cree su auténtico origen está en la letra taw del alfabeto fenicio. Dentro del alfabeto hebreo es la última letra, es decir significa el cumplimiento de la Buena Nueva, de la Palabra Revelada, ya que la Biblia se escribió en hebreo. Su valor numérico es el 400.
En la Biblia aparece en varias ocasiones más entre las que destacaré una del antiguo testamento y otra del nuevo. En Ezequiel 9, 4-5; Yaveh le dice a Ezequiel:
“Pasa por la ciudad, recorre Jerusalen y marca con una cruz la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las nefastas acciones que se cometen dentro de ella. Sólo se salvará el que tenga la cruz en la frente.”
Precisamente será por este texto gracias al cual a esta cruz se la conoce también como la cruz de las profecías, o cruz del Antiguo Testamento, por haber sido el símbolo elegido por los israelitas para hacer con la sangre de los corderos sobre los postes y dinteles de las puertas en la noche de Pascua en Egipto.
Y casi casi al final, en el Apocalipsis de San Juan, capítulo 7, versículos del 2 al 3, leemos:
“Después de esto vi cuatro ángeles, cada uno de ellos en pie sobre uno de los cuatro ángulos de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos de la tierra, para que dejaran de soplar sobre la tierra y el mar, y no se moviera ni una hoja de un árbol. Luego vi aparecer otro ángel por levante, por donde sale el sol. Era portador del gran sello del Dios vivo, y gritó a gran voz a los cuatro ángeles que habían recibido el poder de dañar la tierra y el mar: ¡Esperad! No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que no hayamos sellado en la frente a los siervos de nuestro Dios.”
Dejando a un lado todas estas citas Bíblicas tan interesantes, podemos continuar hablando de la TAU, ya que ésta fue fundamental en la vida de dos importantes santos, como observamos en su iconografía.
Hablamos primero de San Antonio Abad, fundador del movimiento eremítico, es decir de los ermitaños. Este curioso personaje vivió en los primeros años del cristianismo, en los siglos III y IV. Pero cuenta la leyenda que en el siglo VI se trasladan sus reliquias a Alejandría, mientras que en el siglo XII se vuelven a trasladar a Constantinopla. Corren los años del 1300 y por estas fechas es fundada la orden de los caballeros del hospital de San Antonio, conocida comúnmente como los “hospitalarios” o la “orden de los antonianos”. Los monjes de esta orden vestían unos negros hábitos con una cruz TAU en medio de sus hábitos. Se dedicaron principalmente a tratar a peregrinos con enfermedades contagiosas como la lepra, la peste, la sarna… En el Camino de Santiago se encuentran numerosos restos de esta orden, por ejemplo la denomiación de hospitaleros para la gente que se dedica a los peregrinos, viene de aquí. En Castrojeriz el camino atraviesa las ruinas del hospital de San Antón.
La razón de la vinculación de la TAU con San Antón, es porque según cuenta Santiago de la Vorágine, en la Leyenda Aurea, el bastón que siempre llevaba San Antón, tenía esta forma, en la imagen poder ver una réplica del siglo XV.
Y por último hablaremos de otro santo, también muy vinculado a la TAU, San Francisco de Asís, en la época en la que vivió el pobre de Asís, el siglo XII, se pensaba que la TAU era un signo que te protegía de la peste y la gente lo solía llevar como un amuleto. Pero para San Francisco fue mucho más que eso, él lo adoptó como su firma, como bien podemos leer en el tratado de los milagros de Tommaso da Celano, su biógrafo, (3 Cel 3);
“La señal de la TAU era la preferida sobre toda otra señal, con ella sellaba Francisco las cartas y pintaba las paredes de las pequeñas celdas.”.
San Buenaventura, fue otro importante biografo de San Francisco, en él se inspirará Giotto para realizar su ciclo de frescos de la Basílica Superior de Asís. De sus Leyenda Mayor (LM) destacamos el siguiente fragmento (4,9):
“El hermano Pacífico, mereció ver de nuevo en la frente de Francisco una gran TAU, que, adornada con variedad de colores embellecía su rostro con admirable encanto. SE ha de notar que el Santo veneraba con gran afecto dicho signo; lo encomiaba frecuentemente en sus palabras y lo trazaba constantemente con su propia mano al pie de las breves cartas que escribía, como si todo su cuidado se cifrara en grabar la cruz TAU -según el dicho profético- sobre las frentes de los hombres que gimen y se duelen (Ez 9,4), convertidos de veras a Cristo Jesús.”
En la siguiente imagen podemos obervar la TAU de Fonte Colombo, que según se dice fue pintada por el mismo Francisco.
Pero no solo en las paredes de los monasterios también se conservan cartas con la firma de San Francisco, por ejemplo este pequeño pergamino que le regaló a Fray León, con la frase: “¡El Señor te bendiga, Fray León!”
En esta otra imagen se ve más claro, ya que es un dibujo copiado del anterior.
En la actualidad la cruz TAU, reune multitud de significados, los que ha ido recopilando a lo largo de toda su historia, desde la más remota antigüedad, se considera un símbolo profiláctico, un amuleto, una protección, pero por encima de todo es un signo cristiano, una cruz, la cruz de San Francisco y de San Antón, la cruz de los peregrinos, es por ello que aparece tantas veces a lo largo de todo el Camino de Santiago.
Pero no solamente aparece en el Camino de Santiago, también en el Camino de San Francisco de Asís, está repleto de señales TAU, como esta que encontramos en el albergue de la Perfetta Letizia, pintada por Angela, su hospitalera.
En cuanto al Temple, se dice que posiblemente fuera el emblema de las altas jerarquías dentro de la Orden.
Su significado simbólico es “elegido de Dios”.
jueves, 20 de septiembre de 2012
IMAGEN Y SEMEJANZA. ALEJAMIENTO Y RETORNO
Pasar de la servidumbre a la libertad de los hijos de Dios, y del temor a la paz, tal es el camino del Evangelio y de restauración de la alianza. La sabiduría del amor consiste en que al concordar nuestra voluntad con la de Dios, recuperamos la unidad, la belleza y la paz interiores de nuestro ser. Se trata de una conversión de corazón al corazón de Dios.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
REFLEXIONES SOBRE VALORES: LA OBEDIENCIA
REFLEXIONES SOBRE VALORES: LA OBEDIENCIA.
«La obediencia es camino de caridad» (Guillermo de S. Thierry).
«El hombre que comienza a vivir la vida religiosa y solitaria.., ha de dejarse modelar por manos ajenas, como el barro por el alfarero» (Guillermo de S. Thierry).
...
«La obediencia es camino de caridad» (Guillermo de S. Thierry).
«El hombre que comienza a vivir la vida religiosa y solitaria.., ha de dejarse modelar por manos ajenas, como el barro por el alfarero» (Guillermo de S. Thierry).
...
Hay que tener una conciencia clara en lo que hay de anómalo y de extraordinario en el hecho de la obediencia. Apunta a un compromiso personal, a una aplicación de las exigencias de Jesús que llama a determinadas personas a seguirle más de cerca.
Seguimiento significa abandono (Mc 1, 16 ss; Lc 5, 1 ss). El abandono supone a su vez sumisión y escucha, es decir, obediencia en función del Reino de Dios. Podemos pensar en los discípulos que siguen a Jesús en sus correrías; y también en los que permanecen en sus puestos, como Marta y María (Le 10, 38 ss). Ante esta consideración atenta parece que descubrimos la raíz de una expresión, muy común en las comunidades cristianas pospascuales: «la obediencia del discípulo».
Lo peculiar de esta llamada a seguir a Jesús mediante el compromiso de obediencia de discípulo es la ausencia de la más insignificante garantía de apoyo y seguridad. La invitación es legítima sólo porque viene de Jesús. Su llamada es absoluta. «Sígueme. Leví se levantó, y le siguió» (Mc 2, 14). Obediencia incondicional. Cualquier pretexto del discípulo es inadmisible (Lc 14, 33). Porque maestro y discípulo están ligados entre sí en una comunidad de destino (Mt 20, 24 ss). Y Jesús, el maestro, llegó hasta el final en su compromiso de obediencia: «El se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de Cruz» (Fil 2, 8). Este mismo camino tiene que seguir el discípulo, cuyo lazo de obediencia no es sólo personal; es también concreto, en su misión de anunciar el Reino de Dios.
Mal entendida la obediencia religiosa y evangélica, se les antoja a muchos como una alienación. Nada más falso. Pretender expresar la obediencia en términos de libertad y de dependencia es adulterar el problema; ya que obedecer a Dios no es en definitiva otra cosa que coincidir con la ley profunda, inscrita en la naturaleza del hombre y, en consecuencia, en la misma fuente de su libertad.
Pero sin la ayuda de otro es muy difícil aplicar a nuestra misma vida los discernimientos imprescindibles. Tú no ves en tus mismos ojos. Necesitas, para conocerte, de la mirada de otro. Nadie es buen juez en su propia causa. El padre espiritual, el abad, es de suyo un espejo que Dios nos da para que podamos conocernos. Su palabra puede parecer dura en determinadas ocasiones. Se necesita que sea así para que, viendo nuestro pecado, la desobediencia de nuestro corazón, contemplemos nuestro verdadero rostro que tanto deseamos. El día en que tú lo logres, tu es espejo se calmará; y ambos, maestro y discípulo, reflejaréis a la par el mismo Sol.
Dentro de la tradición monástica se destaca en la misma obediencia la figura de la autoridad carismática del abad. El debe ser, por misión, autoridad en todo su ser y conducta; en su expresión y en su testimonio, exigencia y presteza del Reino con fuerza de irradiación sobre la vida y el entorno del monasterio. De este modo la obediencia monástica no se convierte en instrumento de alienación que degenera al fin en una sumisión hostil a lo humano.
La obediencia supone además un ejercicio lento de largo aprendizaje, hasta adquirir el discernimiento necesario entre dos frentes: la exigencia del Reino y los mezquinos criterios y caprichos. Camino de la gran liberación que lleva al monje a proyectar el amor en todo lo que emprende. Un ardiente espíritu de fe capacitará semejante obediencia.
Por otra parte el monje descubre la exigencia del Reino en las orientaciones y disposición de su abad, que ocupa el lugar del Maestro en el monasterio (RB 2, 2), en los deseos e intercambios legítimos de sus hermanos, planteados en un diálogo constructivo, la obediencia mutua (RB 71), y en todos los acontecimientos diarios.
En fin, valdría la pena hacer hincapié en un aspecto de la obediencia mutua que se traduce en servicio, en perdón y en alegría conjunta. Viene a ser la expresión de la presencia de Cristo entre los hermanos (RB 71, 1). Esta obediencia no se funda en jerarquías; como tampoco en un horizonte de meras relaciones humanas. La obediencia monástica tiene un cierto sabor de adoración. Brota de la fe, manifiesta el amor e inflama la esperanza en la urgencia del Reino (RB 72, 2,12).
notas referencia les
— Regla de S. Benito: Pr 2-3, 40; 2, 17; 3, 5, 6; 4, 61; 5; 7, 34-35, 41;58,7, 17;62, 11;68;71;72,6.
— Constituciones: 3, 3; 8; 11; 16, 2, 4; 46, 2; 73, 6.
— Bernardo de Claraval: Obisp 9, 33; Hum 3, 7; Resurr 3, 4-5; Conv Pablo 6; Serm VM 3, 11; Prec. disp. 5.
— Guillermo de S.T.: Carta Oro 28; 30; 36; 54; Med 13, 4.
— Isaac de Stella: Serm 15, 7; 18, 16; 30, 2; 31, 3; 36, 18, 22-23.
— Adán de Perseigne: Cartas 16; n. 54, 57 (S. Chr.).
Seguimiento significa abandono (Mc 1, 16 ss; Lc 5, 1 ss). El abandono supone a su vez sumisión y escucha, es decir, obediencia en función del Reino de Dios. Podemos pensar en los discípulos que siguen a Jesús en sus correrías; y también en los que permanecen en sus puestos, como Marta y María (Le 10, 38 ss). Ante esta consideración atenta parece que descubrimos la raíz de una expresión, muy común en las comunidades cristianas pospascuales: «la obediencia del discípulo».
Lo peculiar de esta llamada a seguir a Jesús mediante el compromiso de obediencia de discípulo es la ausencia de la más insignificante garantía de apoyo y seguridad. La invitación es legítima sólo porque viene de Jesús. Su llamada es absoluta. «Sígueme. Leví se levantó, y le siguió» (Mc 2, 14). Obediencia incondicional. Cualquier pretexto del discípulo es inadmisible (Lc 14, 33). Porque maestro y discípulo están ligados entre sí en una comunidad de destino (Mt 20, 24 ss). Y Jesús, el maestro, llegó hasta el final en su compromiso de obediencia: «El se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de Cruz» (Fil 2, 8). Este mismo camino tiene que seguir el discípulo, cuyo lazo de obediencia no es sólo personal; es también concreto, en su misión de anunciar el Reino de Dios.
Mal entendida la obediencia religiosa y evangélica, se les antoja a muchos como una alienación. Nada más falso. Pretender expresar la obediencia en términos de libertad y de dependencia es adulterar el problema; ya que obedecer a Dios no es en definitiva otra cosa que coincidir con la ley profunda, inscrita en la naturaleza del hombre y, en consecuencia, en la misma fuente de su libertad.
Pero sin la ayuda de otro es muy difícil aplicar a nuestra misma vida los discernimientos imprescindibles. Tú no ves en tus mismos ojos. Necesitas, para conocerte, de la mirada de otro. Nadie es buen juez en su propia causa. El padre espiritual, el abad, es de suyo un espejo que Dios nos da para que podamos conocernos. Su palabra puede parecer dura en determinadas ocasiones. Se necesita que sea así para que, viendo nuestro pecado, la desobediencia de nuestro corazón, contemplemos nuestro verdadero rostro que tanto deseamos. El día en que tú lo logres, tu es espejo se calmará; y ambos, maestro y discípulo, reflejaréis a la par el mismo Sol.
Dentro de la tradición monástica se destaca en la misma obediencia la figura de la autoridad carismática del abad. El debe ser, por misión, autoridad en todo su ser y conducta; en su expresión y en su testimonio, exigencia y presteza del Reino con fuerza de irradiación sobre la vida y el entorno del monasterio. De este modo la obediencia monástica no se convierte en instrumento de alienación que degenera al fin en una sumisión hostil a lo humano.
La obediencia supone además un ejercicio lento de largo aprendizaje, hasta adquirir el discernimiento necesario entre dos frentes: la exigencia del Reino y los mezquinos criterios y caprichos. Camino de la gran liberación que lleva al monje a proyectar el amor en todo lo que emprende. Un ardiente espíritu de fe capacitará semejante obediencia.
Por otra parte el monje descubre la exigencia del Reino en las orientaciones y disposición de su abad, que ocupa el lugar del Maestro en el monasterio (RB 2, 2), en los deseos e intercambios legítimos de sus hermanos, planteados en un diálogo constructivo, la obediencia mutua (RB 71), y en todos los acontecimientos diarios.
En fin, valdría la pena hacer hincapié en un aspecto de la obediencia mutua que se traduce en servicio, en perdón y en alegría conjunta. Viene a ser la expresión de la presencia de Cristo entre los hermanos (RB 71, 1). Esta obediencia no se funda en jerarquías; como tampoco en un horizonte de meras relaciones humanas. La obediencia monástica tiene un cierto sabor de adoración. Brota de la fe, manifiesta el amor e inflama la esperanza en la urgencia del Reino (RB 72, 2,12).
notas referencia les
— Regla de S. Benito: Pr 2-3, 40; 2, 17; 3, 5, 6; 4, 61; 5; 7, 34-35, 41;58,7, 17;62, 11;68;71;72,6.
— Constituciones: 3, 3; 8; 11; 16, 2, 4; 46, 2; 73, 6.
— Bernardo de Claraval: Obisp 9, 33; Hum 3, 7; Resurr 3, 4-5; Conv Pablo 6; Serm VM 3, 11; Prec. disp. 5.
— Guillermo de S.T.: Carta Oro 28; 30; 36; 54; Med 13, 4.
— Isaac de Stella: Serm 15, 7; 18, 16; 30, 2; 31, 3; 36, 18, 22-23.
— Adán de Perseigne: Cartas 16; n. 54, 57 (S. Chr.).
sábado, 8 de septiembre de 2012
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