¿QUÉ NOS DICE LA PALABRA DE DIOS HOY LUNES, EN BOCA DE LOS SANTOS PADRES DE LA IGLESIA?
–Filipenses 2,1-4: Manteneos unánimes, con un mismo pensar y un mismo
sentir. Esto es lo que quería el Apóstol. Es una invitación a vivir en
el amor fraterno, en unidad y en humildad. Cristo nos ha dado ejemplo en
su encarnación, en su vida entera, en su pasión y muerte, en la cruz.
Comenta San Agustín:
«Pensad en la unidad, hermanos míos, y ved que
si os agrada la multitud es por la unidad que existe en ella...
Engrandeced al Señor conmigo y ensalcemos su nombre todos juntos. Una
sola cosa es necesaria: aquella unidad celeste, la unidad por la que el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola cosa. Ved cómo se nos
recomienda la unidad... Las tres Personas no son tres dioses, ni tres
omnipotentes,
sino un solo Dios
omnipotente. La misma Trinidad es un solo Dios, porque “una sola cosa es
necesaria”. Y la consecución de esta única cosa nos lleva el tener los
muchos “un solo corazón”» (Sermón 103,4).
–Con el Salmo 130
proclamamos: «Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros,
no pretendo grandezas que superan mi corazón. Yo acallo y modero mis
deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre».
–Lucas 14,12-14: No hagamos el bien buscando
sobre todo el agradecimiento. Obremos por amor, generosamente, buscando
el bien de nuestros hermanos. Comenta San Agustín:
El Señor «te
mostró con quién tienes que ser generoso..., con los necesitados, que no
tienen nada que devolverte. ¿Pierdes con eso acaso? Se te recompensará
cuando se recompense a los justos... Cuando Él nos lo devuelva, ¿quién
nos lo quitará?... Cuando aún éramos pecadores, nos donó la muerte de
Cristo; ahora que vivimos justamente, ¿nos va a decepcionar? Pero Cristo
no murió por los justos, sino por los impíos. Si a los malvados les dio
la muerte de su Hijo, ¿qué reservará para los justos?... El mismo Hijo,
pero en cuanto Dios, como objeto de gozo, no en cuanto hombre, sometido
a la muerte. Ved a lo que nos llama Dios. Mas de la misma manera que te
fijas en el destino, dígnate mirar también el camino, dígnate mirar
también el cómo» (Sermón 339,6).
–Con el Salmo 130 proclamamos: «Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros, no pretendo grandezas que superan mi corazón. Yo acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor ahora y por siempre».
–Lucas 14,12-14: No hagamos el bien buscando sobre todo el agradecimiento. Obremos por amor, generosamente, buscando el bien de nuestros hermanos. Comenta San Agustín:
El Señor «te mostró con quién tienes que ser generoso..., con los necesitados, que no tienen nada que devolverte. ¿Pierdes con eso acaso? Se te recompensará cuando se recompense a los justos... Cuando Él nos lo devuelva, ¿quién nos lo quitará?... Cuando aún éramos pecadores, nos donó la muerte de Cristo; ahora que vivimos justamente, ¿nos va a decepcionar? Pero Cristo no murió por los justos, sino por los impíos. Si a los malvados les dio la muerte de su Hijo, ¿qué reservará para los justos?... El mismo Hijo, pero en cuanto Dios, como objeto de gozo, no en cuanto hombre, sometido a la muerte. Ved a lo que nos llama Dios. Mas de la misma manera que te fijas en el destino, dígnate mirar también el camino, dígnate mirar también el cómo» (Sermón 339,6).
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