La medalla-cruz de San Benito es una de las más apreciadas por los
cristianos. A ella se le atribuyen poder y remedio, ya sea contra
ciertas enfermedades de hombre y animales, ya contra los males que
pueden afectar al espíritu, como las tentaciones del poder del Mal. Es
frecuente también colocarla en los cimientos de nuevos edificios como
garantía de seguridad y bienestar de sus habitantes.
El origen de esta medalla se fundamenta en una verdad y experiencia
del todo espiritual que aparece en la vida de san Benito, tal como nos
la describe el papa san Gregorio en el Libro II de los Diálogos. El
Padre de los monjes usó con frecuencia del signo de la cruz como signo
de salvación, de verdad, y purificación de los sentidos. San Benito
quebró el vaso que contenía veneno con la sola señal de la cruz hecha
sobre él. Cuando los monjes fueron perturbados por el maligno, el santo
manda que hagan la señal de la cruz sobre sus corazones. Una cruz era la
firma de los monjes en la carta de su profesión cuando no sabían
escribir. Todo ello no hace más que invitar a sus discípulos a
considerar la santa cruz como señal bienhechora que simboliza la pasión
salvadora del Señor, por la que se venció el poder del mal y de la
muerte.
La medalla tal como hoy la conocemos, se puede remontar al siglo XII o
XIV o quizá a época anterior y tiene su historia. En el siglo XVII, en
Nattenberg de Baviera, en un proceso contra unas mujeres acusadas de
brujería, ellas reconocieron que nunca habían podido influir
malignamente contra el monasterio benedictino de Metten porque estaba
protegido por una cruz. Hechas, con curiosidad, investigaciones sobre
esa cruz, se encontró que en las tapias del monasterio se hallaban
pintadas varias cruces con unas siglas misteriores que no supieron
descifrar. Continuando la investigación entre los códices de la antigua
biblioteca del monasterio, se encontró la clave de las misteriosas
siglas en un libro miniado del siglo XIV. En efecto, entre las figuras
aparece una de san Benito alzando en su mano derecha una cruz que
contenía parte del texto que se encontraba sólo en sus letras iniciales
en las astras cruzadas de las cruces pintadas en las tapias del
monasterio de Metten, y en la izquierda portaba una banderola con la
continuación del texto que completaba todas las siglas hasta aquel
momento misteriosas.
Mucho más tarde, ya en el siglo XX, se encontró otro dibujo en un
manuscrito del monasterio de Wolfenbüttel representando a un monje que
se defiende del mal, simbolizado en una mujer con una copa llena de
todas las seducciones del mundo. El monje levanta contra ella una cruz
que contiene la parte final del texto consabido. Es posible que la
existencia de tal creencia religiosa no sea fruto del siglo XIV sino muy
anterior.
Benedicto XIV, en marzo de 1742, aprobó el uso de la medalla que
había sido tachada anteriormente, por algunos, de superstición, y mandó
que la oración usada para bendecirla se incorporase al Ritual Romano.
Dom Gueranger, liturgista y fundador de la Concregación Benedictina de
Solesmes, comentó que el hecho de aparecer la figura de san Benito con
la santa Cruz, confirma la fuerza que su signo obtuvo en sus manos. La
devoción de los fieles y las muchas gracias obtenidas por ella es la
mejor muestra de su auténtico valor cristiano.
En la vida de San Benito escrita por San Gregorio Magno, el santo
abad muestra una especial devoción hacia la Cruz de Nuestro Señor
Jesucristo, signo de nuestra salvación. En uno de los milagros narrados
por su biógrafo, un vaso que contenía veneno se quiebra cuando San
Benito hace la señal de la cruz sobre él. En otra oportunidad, uno de
sus discípulos fue perturbado por el maligno, y el santo le manda hacer
la señal de la cruz sobre su corazón para verse librado. En su Regla de
los monjes, San Benito indica que cuando un monje iletrado presenta su
carta de profesión monástica ante el altar, debe usar como firma una
cruz. Estos y otros indicios invitaban a los discípulos del abad San
Benito a considerar la Cruz como una señal bienhechora que simboliza la
pasión salvadora de Cristo, por la cual fue vencido el poder del mal y
de la muerte.
En el siglo XIX se dió un renovado fervor por la Medalla de San
Benito. En los trabajos escritos de Dom Prosper Guéranger, abad de
Solesmes, y de Dom Zelli Iacobuzzi, de la Abadía de San Pablo Extramuros
(Roma), se estudia detenidamente el origen y la historia de la medalla.
Desde este ultimo monasterio, verdadero foco de irradiación benedictina
en aquella época, se difundió también la devoción a la Medalla. La
representación más popular de la misma es la llamada “medalla del
jubileo”, diseñada en la Abadía de Beuron (Alemania), y acuñada
especialmente para el Jubileo benedictino del año 1880, conmemoración
del XIV centenario del nacimiento de San Benito. Los superiores
benedictinos de todo el mundo se reunieron para aquella ocasión en la
Abadía de Montecasino, y desde allí la Medalla se diseminó por todo el
mundo.
La medalla presenta, por un lado, la imagen del Santo Patriarca, y
por el otro, una cruz, y en ella y a su alrededor, las letras iniciales
de una oración o exorcismo, que dice así (en latín y en castellano):
Crux Sancti Patris Benedicti
Cruz del Santo Padre Benito
Crux Sacra Sit Mihi Lux
Mi luz sea la cruz santa
Non Draco Sit Mihi Dux
No sea el demonio mi guía
Vade Retro Satana
¡Apártate, Satanás!
Numquam Suade Mibi Vana
No sugieras cosas vanas
Sunt Mala Quae Libas
Pues maldad es lo que brindas
Ipse Venena Bibas
Bebe tú mismo el veneno.
Como se puede apreciar por las iniciales distribuidas en la cruz, a
ésta el texto de la plegaria la acompaña siempre, y a la vez es una
ayuda para la recitación de la misma. El texto latino se compone
-después del título: Crux Sancti Patris Benedicti (C.S.P.B.) – de tres
dísticos, que encierran una invocación a la Santa Cruz, con el deseo
suplicante de tenerla como guía y apoyo, y la expresión del rechazo a
Satanás, a quien se manda que se aparte – con las palabras de Jesús,
cuando fue tentado por él (Mt. 4,10) -, manifestando que no va a
escuchar sus sugerencias, pues es malo lo que ofrece. Es una auténtica
confesión de fe y de; amor a Cristo, y una renuncia al diablo.
Es la Cruz que caracteriza a los miembros y hermanos de nuestro Gran Priorato..
Abrazos Fraternos
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