Pensamientos
Habéis
profesado un sentido particular de vida. Presentaos con espíritu
ferviente, sentido despierto, afectos sobrios y con una conciencia
limpia. Traed vasijas limpias, para recibir gracias extraordinarias[1]
Purifica el corazón, despreocúpate de todo, sé monje, esto es, único. Pide al Señor
una sola cosa y búscala. Afánate y mira que él es Dios. Así cuando
purifiques tu corazón por el espíritu de inteligencia, inmediatamente
verás a Dios por el espíritu de sabiduría; y gozarás de Dios[2].
Si
dijeras que no lo conoces, serás como los mundanos, un mentiroso. Pero
supongamos que no lo conoces; respóndeme entonces: ¿quién te trajo a
este lugar?, ¿cómo llegaste hasta aquí?, ¿quién te ha persuadido a
renunciar espontáneamente al cariño de tus amigos, a los placeres del
cuerpo, a las vanidades del mundo, y encomendar tus afanes al Señor,
descargando en él todo tu agobio?.. [3]
Los
discípulos, los íntimos, e inseparables: son los que han elegido la
mejor parte y viven consagrados a Dios en el claustro, identificados con
él y atentos a cumplir su voluntad[4].
Así
como bajo la forma aparente de pan, entra dentro de nosotros, de la
misma manera, con su testimonio de vida en este mundo, se instala por la
fe en lo más íntimo de nosotros. Y, al entrar su santidad, se queda con
nosotros el que por el Padre fue constituido como salvación para
nosotros. Porque el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él[5]
Me limito a recordarte que sería indigno
de ti quedarte por debajo de la perfección, después de haber sido
escogido para una vida tan perfecta. ¿No te avergonzarías de verte el
último ocupando un puesto tan alto, cuando antes eras de los primeros en
una profesión tan humilde? Recuerda
tu primera profesión. Que no desaparezca de tu recuerdo y de tu afecto,
a pesar de que te la arrancaron de las manos. No te vendrá mal que la
tengas siempre en tu memoria cuando das una orden, corroboras una
sentencia o tomas una decisión.
Que no se ausente tampoco de tu corazón… Repite en tu interior: “soy el último en la casa de Dios”[6]
¿Para qué hablar de su mismo hábito monástico? ¿qué buscan?, ¿cubrirse o lucirse? ¿no les preocupa más su ostentación que sus virtudes personales? Es
bochornoso. Superan a las mujercitas más vanidosas esos monjes que se
desviven por vestirse con lo más caro y más superfluo; o al menos
abandonan el distintivo de la religión… desertamos
de aquella humildad por la que abandonamos el mundo, y por ello nos
vemos arrastrados a correr de nuevo tras los frívolos afanes de los
hombres mundanos, como animales que se vuelven a su propio vómito[7].
Vosotros,
que no os entorpecéis con las ocupaciones del mundo, aplicaos a
encontrar el consuelo espiritual. Vosotros, que no desconocéis el
destierro, acoged el socorro que viene de arriba[8].
Me dirijo a vosotros, que conocéis las Escrituras[9]
Hermanos,
a vosotros, como a los niños, Dios revela lo que ha ocultado a sabios y
entendidos: los auténticos caminos de la salvación[10].
No
dudo que la lectura del Evangelio y el sermón del Señor os ha enseñado
mejor que nadie a imitar a los santos. Tenéis ante vuestros ojos la
escalera por la que ha subido el coro de los santos a quienes hoy
festejamos. Y estoy seguro que habéis empleado gran parte de la noche y
del día para implorar fervorosamente su protección[11].
Si algo bueno tenemos, hemos de
esconderlo hasta que llegue, como el que encontró el tesoro del reino de
los cielos y volvió a esconderlo. Por esta razón, nosotros nos
escondemos, aún corporalmente, en los claustros y en los bosques[12].
¿Acaso
no valoráis mucho más vuestra pobreza que todos los tesoros del mundo?
Efectivamente, la pobreza os libera de toda palabra cruel ¿Cómo podría
exigiros Dios lo que habéis abandonado por su amor?[13]
Y
para que no murmures ni estés triste, te enviaré el Espíritu Santo
consolador, que te dará las primicias de la salvación, el entusiasmo de
la vida y la luz de la ciencia. Las
primicias de la salvación porque el Espíritu asegurará a tu espíritu
que eres hijo de Dios. Imprimirá y hará patentes en tu corazón señales
inconfundibles de tu predestinación. Llenará de alegría tu corazón y
empaparás tu mente de rocío del cielo, si no siempre, sí con mucha
frecuencia[14].
Hemos alegrado a los ángeles cuando nos hemos convertido a la penitencia. Avancemos, démonos prisa a colmarlos de alegría[15].
Dichosos vosotros que merecisteis ser su
guardia personal. A vosotros os dice el Apóstol: Ya no sois extranjeros
ni advenedizos, sino ciudadanos de los consagrados y familia de Dios[16].
No les imitemos, si no queremos que nos consideren como a ellos, que luchan por el mundo, no por Cristo. Ningún soldado en activo se enreda en asuntos civiles[17]
Tampoco tiene nada de extraordinario
–aunque no deja de ser laudable- presentar batalla al mal y al diablo
con la firmeza de la fe; así vemos por todo el mundo a muchos monjes que
lo hacen por este medio[18].
No
se te acercará la desgracia, ni la plaga llegará hasta tu tienda. Este
verso es muy fácil de comprender. Pero no sois tan rudos ni carecéis de
sentido espiritual para no distinguir instintivamente entre vuestra
propia alma y vuestra tienda[19].
No
temáis, verdaderos confesores, que confesáis al Señor con la boca, con
toda vuestra persona y por doquier. Os revestís de la confesión como
de un vestido. Todo vuestro interior confiesa al Señor y todos los
huesos proclaman: Señor ¿Quién como tú? No se comportan como esos que
hacen profesión de conocer a Dios y lo desmienten con su conducta[20]
En nosotros, hermanos, no hay excusa posible de ignorancia: abundamos en la doctrina celeste, en la LECTIO DIVINA
y en la instrucción espiritual. Todo lo que es verdadero, respetable,
justo, limpio, estimable; todo lo de buena fama, cualquier virtud o
mérito que existe, lo aprendéis y recibís, lo oís y lo veis, en los
ejemplos y palabras de los hermanos más adelantados. Sus consejos y su
vida instruyen maravillosamente a todos. Ojala todo esto que enriquece
el entendimiento llegara a conmover el afecto, y se acabara esa dolorosa
contradicción e insoportable división de sentirnos atraídos hacia
arriba y arrastrarnos por el suelo[21].
En la Iglesia hay muchos que de lo más ínfimo se encaramaron a… También verás hombres adinerados que se lanzan hacia los altos cargos eclesiásticos…
Pero
hay otros, y me duele todavía más que después de haber despreciado las
glorias mundanas y establecidos en la escuela de la humildad han llegado
a ser secuaces de la soberbia. Se
vuelven arrogantes… y son muchos más violentos en el claustro que si
hubieran quedado en el mundo. Y aún más grave: muchos no toleran verse
humillados en la casa de Dios cuando en la suya eran despreciables….
Pretenden que por lo menos se les considere dignos de ser enaltecidos
allí donde todos desprecian cualquier honor.
Otros después de haberse alistado en la milicia de Cristo se enredan en asuntos mundanos…[22]
Si hay entre nosotros algunos, para
quienes la vida monástica es pesada e insoportable, y a quienes es
preciso aguijonear y espolear frecuentemente, les ruego que intenten
cambiar de jumentos a hombres, y unirse a los que van delante, detrás o
muy cerca del Señor…[23]
[1] IV,39
[2] VIII,117
[3] III, 81
[4] IV,27
[5] 1Jn 4,16; III,465
[6] II,91
[7] II, 677
[8] III, 273
[9] III, 229
[10] III, 57
[11] IV, 531
[12] III, 473
[13]III, 467
[14] IV, 211
[15] III,143
[16] III,443
[17] 2Tim 2,4) (III, 509
[18] I, 499
[19] III, 543
[20] III, 135
[21] IV 183
[22] II, 675
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