Isaías 26,7-21
26:7 El camino del justo es rectitud; tú, que eres recto, pesas el camino del justo.
26:8 También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma.
26:9 Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia.
26:10 Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová.
26:11 Jehová, tu mano está alzada, pero ellos no ven; verán al fin, y se avergonzarán los que envidian a tu pueblo; y a tus enemigos fuego los consumirá.
26:12 Jehová, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras.
26:13 Jehová Dios nuestro, otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros; pero en ti solamente nos acordaremos de tu nombre.
26:14 Muertos son, no vivirán; han fallecido, no resucitarán; porque los castigaste, y destruiste y deshiciste todo su recuerdo.
26:15 Aumentaste el pueblo, oh Jehová, aumentaste el pueblo; te hiciste glorioso; ensanchaste todos los confines de la tierra.
26:16 Jehová, en la tribulación te buscaron; derramaron oración cuando los castigaste.
26:17 Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Jehová.
26:18 Concebimos, tuvimos dolores de parto, dimos a luz viento; ninguna liberación hicimos en la tierra, ni cayeron los moradores del mundo.
26:19 Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos.
26:20 Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación.
26:21 Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.
El amor desea ver a Dios
San Pedro Crisólogo
Sermón 147
Al ver Dios que el temor arruinaba el mundo, trató inmediatamente
de volverlo a llamar con amor, de invitarlo con su gracia, de sostenerlo
con su caridad, de vinculárselo con su afecto.
Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con un diluvio vengador,
y llamó a Noé padre de la nueva generación, persuadiéndolo con suaves
palabras, ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que lo
instruía piadosamente sobre el presente y lo consolaba con su gracia,
respecto al futuro. Y no le dio ya órdenes, sino que con el esfuerzo de
su colaboración encerró en el arca las criaturas de todo el mundo, demanera que el amor que surgía de esta colaboración acabase con el temor
de la servidumbre, y se conservara con el amor común lo que se había
salvado con el común esfuerzo.
Por eso también llamó a Abrahán de entre los gentiles, engrandeció
su nombre, lo hizo padre de la fe, lo acompañó en el camina, lo protegió
entre los extraños, le otorgó riquezas, lo honró con triunfos, se le obligó
con promesas, lo libró de injurias, se hizo su huésped bondadoso, lo
glorificó con una descendencia de la que ya desesperaba; todo ello para
que, rebosante de tantos bienes, seducido por tamaña dulzura de la
caridad divina, aprendiera a amar a Dios y no a temerlo, a venerarlo con
amor y no con temor.
Por eso también consoló en sueños a Jacob en su huida, y a su regreso
lo incitó a combatir y lo retuvo con el abrazo del luchador; para que
amase al padre de aquel combate, y no lo temiese.
Y así mismo interpeló a Moisés en su lengua vernácula, le habló con
paterna caridad y le invitó a ser el liberador de su pueblo.
Pero así que la llama del amor divino prendió en los corazones
humanos y toda la ebriedad del amor de Dios se derramó sobre los
humanos sentidos, satisfecho el espíritu por todo lo que hemos recordado,
los hombres comenzaron a querer contemplar a Dios con sus ojos
carnales
Pero la angosta mirada humana ¿cómo iba a poder abarcar a Dios,
al que no abarca todo el mundo crea do? La exigencia del amor no atiende
a lo que va a ser o a lo que debe o puede ser. El amor ignora el juicio carece
de razón, no conoce la medida. El amor no se aquieta ante lo imposible,
no se remedia con la dificultad.
El amor es capaz de matar al amante si no puede alcanzar lo deseado;
va a donde se siente arrastrado, no a donde debe ir.
El amor engendra el deseo, se crece con el ardor y, por el ardor, tiende
a lo inalcanzable. ¿Y qué más?
El amor no puede quedarse sin ver lo que ama: por eso los santos
tuvieron en poco todos sus merecimientos, si no iban a poder ver a Dios.
Moisés se atreve por ello a decir: Si he obtenido tu favor, enséñame
tu gloria.
Y otro dice también: Déjame ver tu figura. Incluso lo mismos gentiles
modelaron sus ídolos para poder contemplar con sus propios ojos lo
que veneraban en medio de sus errores.
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