No
somos perfectamente libres, sino hasta que vivimos en esperanza pura:
porque cuando nuestra esperanza es pura, ya no confía exclusivamente en
medios humanos y visibles, ni descansa en ningún fin visible. El que
espera en Dios, confía en que Dios, a quien nunca ve, lo conduzca a la
posesión de cosas inimaginables.
Cuando no deseamos las cosas de este mundo por ellas mismas, nos hacemos capaces de verlas tales como son. Vemos al mismo tiempo su bondad y su fin, y podemos apreciarlas como nunca las habíamos apreciado. Al libramos de ellas, comienzan a agradamos. Al dejar de confiar en ellas solas, pueden servimos. Puesto que no dependemos ni del placer ni de la ayuda que obtenemos de las cosas, éstas nos brindan placer y ayuda, ordenados por Dios. Pues Jesús dijo: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (es decir, todo lo que necesitáis para vuestra vida terrena) se os darán por añadidura" (Mateo 6.33)".
Cuando no deseamos las cosas de este mundo por ellas mismas, nos hacemos capaces de verlas tales como son. Vemos al mismo tiempo su bondad y su fin, y podemos apreciarlas como nunca las habíamos apreciado. Al libramos de ellas, comienzan a agradamos. Al dejar de confiar en ellas solas, pueden servimos. Puesto que no dependemos ni del placer ni de la ayuda que obtenemos de las cosas, éstas nos brindan placer y ayuda, ordenados por Dios. Pues Jesús dijo: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (es decir, todo lo que necesitáis para vuestra vida terrena) se os darán por añadidura" (Mateo 6.33)".
"La esperanza es proporcional al
desprendimiento. Ella lleva nuestra alma al estado del más perfecto
desprendimiento. Al hacerla así, restaura todos los valores,
colocándolos en su orden adecuado. La esperanza vacía nuestras manos
para que
podamos trabajar con ellas; nos muestra que tenemos algo por qué trabajar; y nos enseña cómo trabajar por ese algo.
Sin esperanza, la fe sólo nos da conocimiento de Dios. Sin amor y sin esperanza, la fe sólo lo conoce como extraño. Porque la esperanza nos arroja en los brazos de Su misericordia y de Su providencia. Mas, si esperamos en Él, no sólo llegamos a saber que es misericordioso, sino también experimentamos Su misericordia en nuestra vida".
"Los hombres no son islas".
Sin esperanza, la fe sólo nos da conocimiento de Dios. Sin amor y sin esperanza, la fe sólo lo conoce como extraño. Porque la esperanza nos arroja en los brazos de Su misericordia y de Su providencia. Mas, si esperamos en Él, no sólo llegamos a saber que es misericordioso, sino también experimentamos Su misericordia en nuestra vida".
"Los hombres no son islas".
Thomas Merton
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