San Benito y la Cuaresma

Capítulo 49
Ofrezca a Dios algo extraordinario.
Aunque
la vida del monje debería seguir en todo tiempo una observancia
cuaresmal, no obstante, como son pocos los que tienen semejante virtud,
recomendamos que durante la cuaresma todos guarden la mayor pureza de
vida, y eviten en estos santos días las flaquezas de otros tiempos.
Esto se logra dignamente si nos abstenemos de todo vicio y nos dedicamos
a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a
la abstinencia. Por tanto, en estos días debemos añadir algo a la
tarea habitual de nuestra servidumbre, oraciones especiales, abstinencia
en la comida y bebida, para que, cada uno por propia voluntad, ofrezca
a Dios algo extraordinario en la alegría del Espíritu Santo. Es
decir, prive a su cuerpo de algo de comida, bebida, sueño, conversación
y bromas y espere la santa Pascua con la alegría de un deseo
espiritual. Pero lo que cada uno ofrece propóngaselo a su abad, y hágalo
con su oración y aprobación, porque lo que se hace sin el permiso del
padre espiritual se tendrá por presunción, vanagloria, no digno de
recompensa. Por tanto háganse todas las cosas con autorización del
abad.
San Benito no se
refiere a la Cuaresma para toda la Iglesia sino para la porción que él gobierna
y que debe llevar una vida cristiana perfecta. La preocupación de los
catecúmenos no se manifiesta en su exposición. En su época además, los bautismos
de niños eran los más numerosos y, sobre todo, la vida monástica que él
instituía no comportaba por sí misma una tendencia apostólica como tal. Por eso
el acento recae en la ascesis o más exactamente en un tiempo fuerte de esta
ascesis que debería ejercitarse durante todo el año. En consecuencia, su técnica
mirará mucho más a completar lo que ya se hace habitualmente y a realizarlo con
una mayor calidad, que a imaginar prácticas nuevas. La simple lectura indica
cuál era la jerarquía de valores en la vida monástica instituida por San Benito,
heredero de los Padres del desierto y de los Legisladores monásticos como
Casiano, Pacomio y Basilio.Para San Benito, como para los Padres, como para la liturgia, la mortificación
de la Cuaresma se inscribe en una tensión hacia el día de la resurrección del
Señor. La ascesis no puede tener más que un sentido: una liberación, no un
menosprecio del cuerpo sino dentro de un recobrado equilibrio, una liberación en
orden a una entrada total en la "gran liberación" que es la Pascua del Señor.
Una muerte con Cristo para resucitar con él. Mientras el hombre vive en su envoltura mortal, deberá
siempre trabajar por asegurar en sí mismo un equilibrio. Este no puede
mantenerse sin una técnica de ascesis que hay que consolidar a veces mediante
algunas exigencias más particulares. Pero el verdadero y único motivo de la
tensión que el cristiano debe mantener en sí mismo, es el de encontrarse
dispuesto para la Pascua y su complemento futuro: la vuelta del Señor. Por eso
habla San Benito de "la gozosa espera del día santo de Pascua". Una ascesis
centrada sobre sí misma no podría, sin hipocresía, pretender una auténtica
alegría, salvo tal vez la amarga y pasajera de un orgullo de autodominio
satisfecho. Sólo la espera de la Pascua, de la liberación del hombre y del mundo
que significa, puede proporcionar una verdadera alegría -la alegría del Espíritu
Santo de que habla San Benito- en medio mismo de la dura y desafiante espera de
esta vida.
Juan Casiano (365-435) fue un monje y sacerdote, oriundo de la actual
Rumanía, que visitó la floreciente vida monástica del Egipto cristiano
al comienzo del siglo V. De allí, marchó a la Galia, fundando en
Marsella el Monasterio de San Víctor. En sus dos obras, las Colaciones y
las Instituciones, dejó constancia de la tradición monástica que había
recibido en Egipto, siendo de importancia trascendental para el
desarrollo del monacato en Europa.
Juan Casiano considera que la Cuaresma es algo que atañe solo a los
laicos, pues estima que es propio de los monjes vivir en perpetua
tensión espiritual. Sin embargo, san Benito, cien años después,
consciente de que los monjes también son débiles y pecadores, instituye
la Cuaresma como un tiempo de especial esfuerzo espiritual, durante el
cual, los monjes deben tratar de vivir más intensamente su consagración
cristiana y monástica.
San Benito no especifica taxativamente cómo debemos vivir la Cuaresma;
sugiere más oración, menos esparcimiento, y más concentración en el gran
misterio de la Pascua, que está a punto de llegar.
En la imagen, tomada en el que fuera célebre Monasterio de San Pedro de
los Montes, vemos a San Benito orando ante el Señor crucificado. Que,
por su intercesión, este camino cuaresmal nos conduzca por la Cruz hasta
la Luz de la Pascua.
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