Elredo nació en Hexham (Northumbria, entre Inglaterra y Escocia) en 1110. Recibió la primera instrucción en el priorato de Durham, y hacia la edad de catorce años entró al servicio del rey David I de Escocia, en cuya corte completó su formación, pasando después a ocupar el cargo de mayordomo (dispensator). Hacia 1134 abrazó la vida monástica cisterciense en el monasterio de Rieval (Rievaulx, Yorkshire), casa fundada dos años antes por la abadía de Claraval (Ville-sous-la-Ferté, Francia), de donde era abad san Bernardo.
Su humanismo y sus talentos intelectuales y espirituales lo llevaron bien pronto a asumir tareas de dirigir su propia comunidad: fue maestro de novicios entre los años 1141 y 1143 y abad desde el 1147 hasta su muerte, en 1167. Entre 1143 y 1147 estuvo de primer abad de Revesby, casa filial de Rieval.
Murió en su monasterio de Rieval el 12 de enero de 1167, día en que lo conmemora el martirologio romano.
En muchos pasajes de este blog hemos comentado en numerosas ocasiones a San Elredo.
Es un representante de la denominada teología monástica, cultivada en los monasterios medievales, y que con la aparición de Císter experimentó un nuevo impulso, con autores como Bernardo de Claraval, Guillermo de Saint-Thierry, Guerrico de Igny y el mismo Elredo, todos ellos contemporáneos del siglo XII. Esta teología elaborada en los claustros cistercienses, a diferencia de la que se hacía en las escuelas de las catedrales y en las universidades, más especulativa, no separa la reflexión intelectual de la vida, el conocimiento del amor. Es una teología encarnada en la propia existencia y en la experiencia, que brota del misterio de la fe creído y vivido en la liturgia, y que se fundamenta en la lectura pausada y saboreada de la Sagrada Escritura.
La doctrina teológica de Elredo se sintetiza así: el alma humana, creada a imagen de Dios, herida por el pecado, puede reencontrar su estado primigenio con la ayuda de Cristo, viviendo en profundidad el amor en su doble vertiente: divina (amor teologal) y humana (amistad). El alma, es decir, el hombre, la persona en camino, encuentra en el amor divino y humano la posibilidad de llegar a su plenitud, a su sentido, a su felicidad.
Con respecto a la espiritualidad propiamente monástica, la gran aportación de Elredo es la recuperación de la amistad como estructura personal y comunitaria de la caridad fraterna que la Regla de san Benito propone vivir a sus monjes. De hecho, la comunidad monástica, que san Benito definía como una «escuela del servicio», evoluciona en Elredo a escuela del amor, del amor hacia Dios y del amor de los unos por los otros.
Así, la espiritualidad de Elredo es muy concreta y afectiva, en cuanto que pretende llegar al corazón de cada persona y alentarla a configurarse más y más con Cristo, que es el ideal del monje.
Elredo de Rieval es valorado sobre todo por su capacidad de hacer dialogar la teología con la cultura y el pensamiento humano. En el siglo XII no existía para el mundo cristiano un pensamiento filosófico autónomo, al margen de la reflexión teológica, y este pensamiento hizo falta buscarlo en el pasado. De amicitia de Cicerón, que es la obra de referencia escogida por Elredo, tiene el valor añadido de concentrar sintéticamente el pensamiento de la antigüedad clásica sobre la amistad desde Sócrates y Platón.
Su aportación a la recuperación y la relectura de los textos de la antigüedad clásica prepara y explica el fenómeno cultural y espiritual del Humanismo, que estallará con todo el vigor en los siglos XV y XVI.
Louis Bouyer dibuja así el perfil humano y espiritual del monje Elredo: «En Elredo vemos florecer verdaderamente el humanismo de Císter, con los rasgos que lo caracterizan. [...] Humanista debido a su interés por todo aquello que es humano, por los detalles psicológicos, por su atención a los matices más delicados de los sentimientos o, sencillamente, por la importancia que atribuye a los afectos humanos. También en el sentido doctrinal: su obra es, por encima de todo, la de un moralista, que observa y analiza los movimientos del corazón, y para él el ideal monástico y cristiano se expresa en la construcción de la personalidad. La vida social ocupa seguramente el mismo espacio que la vida interior».
Os dejamos algunas de sus obras.
http://www.slideshare.net/anabelma75/cristologia-afectiva-de-san-elredo
Amor ordinatus from anabelma75
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