martes, 30 de octubre de 2012

BIBLIOTECA ESPIRITUAL


1."Invitación a Amar"
EL CAMINO A LA CONTEMPLACIÓN CRISTIANA


Este libro ha resultado de un esfuerzo continuo por volver a presentar el camino espiritual de la cristiandad en una forma que sea accesible para los seguidores contemporáneos de Cristo. Durante los primeros dieciséis siglos de la historia de nuestra iglesia, la oración contemplativa era reconocidamente la meta de la espiritualidad cristiana tanto para el clero como para la gente laica. A raíz de la reforma esta tradición, al menos en su forma de tradición viva, prácticamente desapareció. Ahora en el siglo veinte ha comenzado la recuperación de la tradición contemplativa cristiana con la introducción de los diálogos interculturales y con las investigaciones históricas.
 

Invitación a amar from rezmo



 2. COMIENZA EL PREFACIO DEL ABAD ELREDO AL LIBRO QUE SE TITULA “EL ESPEJO DE LA CARIDAD

1. Sin duda alguna, la humildad verdadera y discreta es la virtud de los santos; en cambio, yo y los que son como yo carecemos de esa virtud. De ella dice el profeta: Mira mi humildad y líbrame . No pedía que le librase de ninguna virtud, ni se engreía de la humildad, sino que imploraba ayuda en su abyección. ¡Qué miserable es mi humildad, y ojalá que así como es verdadera fuese también una virtud discreta, si para que no parezca que la empaño con una importuna desobediencia, obedezco a la súplica tan amable, al mandato y a la persuasión, porque es digno, aunque por mi parte se hará con menos dignidad! Acojo, pues, una tarea imposible, inexcusable y digna de acusación; imposible por mi pusilanimidad, inexcusable por tu mandato y expuesta a la acusación por cualquiera que la examine.
 

El espejo de la caridad san elredo de rieval(1) from rezmo

 3.Padres Cistercienses

"Carísimos hermanos en Cristo , tal vez soy importuno y me atrevo más de lo debido al hablaros con tanta sinceridad. Perdonadme. Es que se me ha dilatado el corazón. Abridme también el vuestro , os lo ruego, y comprendedme porque soy todo vuestro en las entrañas de Aquel en quien nos amamos mutuamente".

"CARTA DE ORO"_Guillermo de saint-Thierry
 
 
 

Carta de oro guillermo de saint thierry from rezmo



4. "Una espiritualidad desde abajo."

El diálogo con Dios desde el fondo de la persona.

Por: Anselm Grün y Meinrad Dufner.

Introducción

En la historia de la espiritualidad se pueden distinguir dos corrientes clasificatorias. Hay una espiritualidad desde arriba, que parte de los principios de arriba y desciende a las realidades de abajo. Y hay otra espiritualidad desde abajo, que parte de las realidades de abajo para elevarse a Dios. La espiritualidad desde abajo afirma que
Dios habla en la Biblia y por la Iglesia pero también nos habla por nosotros mismos a
través de nuestros pensamientos y sentimientos, por nuestro cuerpo, por nuestros
sueños, hasta por nuestras mismas heridas y presuntas flaquezas. La espiritualidad desde abajo ha sido practicada principalmente dentro del monacato. Los monjes antiguos comenzaron a estudiar la posibilidad de llegar al conocimiento y trato con Dios partiendo del análisis de las propias pasiones y del autoconocimiento.
 

Espirit abajo a_grun from rezmo


 5.

Thomas Merton "Vida y Santidad"

Introducción

Éste pretende ser un libro muy sencillo, un tratado elemental sobre unas pocas ideas fundamentales de la espiritualidad cristiana. De aquí que haya de ser útil a todo cristiano y, más aún, a cualquier persona que desee familiarizarse con algunos principios de la vida interior tal como la entiende la Iglesia católica. Nada se dice aquí de temas como la «contemplación» o la «oración mental». Y, sin embargo, el libro subraya aquel aspecto de la vida cristiana que es a la vez el más común y el más misterioso: la gracia, el poder y la luz de Dios en nosotros, que purifican nuestros corazones, nos transforman en Cristo, nos hacen verdaderos hijos de Dios y nos capacitan para actuar en el mundo como instrumentos suyos para el bien de todos los hombres y para su gloria.
Ésta es, por lo tanto, una meditación sobre algunos temas fundamentales apropiados para la vida activa. Tenemos que decir de inmediato que la vida activa es esencial para todo cristiano. Claro está que la vida activa debe tener más significado que la vida que se lleva en los institutos religiosos de varones y mujeres que se dedican a la enseñanza, al cuidado de los enfermos, etcétera. (Cuando se habla de la «vida activa» frente a la «vida contemplativa», el sentido es el descrito). Aquí la acción no se considera opuesta a la contemplación, sino como una expresión de la caridad y como una consecuencia necesaria de la unión con Dios por el bautismo.
La vida activa es la participación del cristiano en la misión de la Iglesia en la tierra, y esto significa llevar a otras personas el mensaje del Evangelio, administrar los sacramentos, realizar obras de misericordia, cooperar en los esfuerzos mundiales por la renovación espiritual de la sociedad y el establecimiento de la paz y el orden sin los cuales la raza humana no puede alcanzar su destino. Incluso el «contemplativo» enclaustrado está implicado inevitablemente en las crisis y los problemas de la sociedad a la que todavía pertenece como miembro (ya que participa en sus beneficios y comparte sus responsabilidades). También él tiene que participar «activamente» hasta cierto punto en la obra de la Iglesia, no sólo con su oración y santidad, sino también con su comprensión y solicitud.
Incluso en los monasterios contemplativos el trabajo productivo es esencial para la vida de la comunidad, y representa por lo general un servicio para la sociedad en su conjunto. Incluso los contemplativos, pues, quedan implicados en la economía de la nación a que pertenecen. Es justo que deban comprender la naturaleza de su servicio y algunas de sus implicaciones. Esto es aún más cierto cuando el monasterio ofrece a las personas el «servicio» –muy esencial, por cierto– de cobijo y recogimiento durante los tiempos de retiro espiritual.
Pero he declarado que este libro no va a tratar sobre los contemplativos. Baste decir que todos los cristianos deberían poner interés en la «vida activa» tal como aquí será tratada: la vida que, respondiendo a la divina gracia y en unión con la autoridad visible de la Iglesia, dedica sus esfuerzos al desarrollo espiritual y material de toda la comunidad humana.
No quiere ello decir que este libro pretenda tratar de las técnicas específicas apropiadas para la acción cristiana en el mundo. Su ámbito de interés se concreta más bien en la vida de la gracia de la cual debe brotar toda acción cristiana válida. Si la vida cristiana es como una vid, entonces este libro tiene que tratar más del sistema de sus raíces que de las hojas y los frutos.
¿Es extraño que, en este libro sobre la vida activa, se acentúe no tanto lo referente a la energía, fuerza de voluntad y acción, como lo relativo a la gracia y la interioridad? No, puesto que éstos son los verdaderos principios de la actividad sobrenatural. Una actividad basada en las acometidas e impulsos de la ambición humana es un espejismo y un obstáculo puesto a la gracia. Se interpone en el camino de la voluntad de Dios y crea problemas, en vez de resolverlos. Debemos aprender a distinguir entre la pseudo-espiritualidad del activismo y la auténtica vitalidad y energía de la acción cristiana guiada por el Espíritu. Al mismo tiempo, no hemos de crear una división en la vida cristiana dando por supuesto que toda actividad es en cierto modo peligrosa para la vida espiritual. La vida espiritual no es una vida de retiro y quietud, un invernadero donde crecen prácticas ascéticas artificiales fuera del alcance de la gente de vida ordinaria. Donde el cristiano puede y tiene que desarrollar su unión espiritual con Dios es precisamente en sus deberes y trabajos de la vida ordinaria.
Este principio no es en modo alguno nuevo. Pero quizá no sea fácil de aplicar en la práctica. Un escritor o predicador que suponga que es fácil, puede desorientar gravemente a aquellos que intentan seguir su consejo. El trabajo en un contexto humano normal y sano, el trabajo con una medida humana sana y moderada, integrado en un medio social productivo, es por sí solo capaz de contribuir mucho a la vida espiritual. Pero el trabajo desordenado, irracional, improductivo, dominado por los agotadores afanes y excesos de una lucha a escala mundial por el poder y la riqueza, no va necesariamente a aportar una contribución válida a las vidas espirituales de todas las personas que lo realizan. De aquí que sea importante considerar la naturaleza del trabajo y su lugar en la vida cristiana.
A dicho asunto dedica este libro algunas páginas, aunque no lo trate de forma exhaustiva. Hemos ignorado zonas enteras de angustia y confusión. He creído suficiente indicar brevemente que el trabajo diario del ser humano es un elemento importantísimo de la vida espiritual y que, para que el trabajo sea realmente santificador, el cristiano no debe sólo ofrecerlo a Dios en un esfuerzo mental y subjetivo de su voluntad, sino que debe afanarse por integrarlo en el esquema completo del afán cristiano en pro del orden y la paz en el mundo. El trabajo de todo cristiano no sólo debe ser honrado y decente, ni sólo productivo, sino que debe rendir un servicio positivo a la sociedad humana. Debe tener parte en el esfuerzo general de todos los hombres por una civilización pacífica y rectamente ordenada en este mundo, porque de este modo nos ayuda inmejorablemente a prepararnos para el otro.
El esfuerzo cristiano por llegar a la santidad (un esfuerzo que sigue siendo esencial en la vida cristiana) debe, pues, ser situado hoy dentro del contexto de la acción de la Iglesia en el umbral de una nueva era. No nos está permitido engañarnos a nosotros mismos con una retirada a un pasado ya desvanecido. La santidad no es ni ha sido nunca una deserción de la responsabilidad y de la participación en la tarea fundamental del ser humano de vivir justa y productivamente en comunidad con sus semejantes.
El papa Juan XXIII inauguró el concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962, con estas palabras, profundamente conmovedoras: «En el orden actual de las cosas, la divina Providencia nos guía hacia un nuevo orden de relaciones humanas que, por los esfuerzos de los hombres y aún más allá de sus perspectivas, están encaminadas hacia el cumplimiento de los designios altísimos e inescrutables de Dios».
La santidad cristiana en nuestra época significa más que nunca la conciencia de nuestra común responsabilidad de cooperar con los misteriosos designios de Dios para la raza humana. Esta conciencia será ilusoria a menos que esté iluminada por la gracia divina, robustecida por un esfuerzo generoso y perseguida en colaboración no sólo con las autoridades de la Iglesia, sino con todos los hombres de buena voluntad que están trabajando sinceramente por el bien temporal y espiritual de la raza humana.

THOMAS MERTON
 

Vid ay santidadtexto from rezmo



6.

Un maestro del amor. Cartas de Adán de Perseigne. Tomo I

 

 

 El interés de la obra de adán de Perseigne se fundamenta especialmente en sus cartas que, por primera vez, se presentan en castellano. No son muchas, pero forman un conjunto bastante homogéneo. A todos los destinatarios (Papa, nobles, abades, cartujos, monjas) enseña medios y gozos de la contemplación, la unión con Dios por Cristo, la Disponibilidad a la acción del Espíritu Santo. Pero su doctrina se centra sobre todo en el terreno monástico y cisterciense y su teología no es conjunto de abstracciones o una síntesis de ideas, sino una sabiduría que hunde sus raíces en la vida.

 

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